Lámina 14: Recorrido de la 'Vía Dolorosa' en la mañana de Viernes Santo y apelativos de las calles, Baños de la Encina. Fuente: Callejero de Baños de la Encina, 1888. Instituto Geográfico y Estadístico, Trabajos Topográficos. Lámina 15: Casona de Catalina de Vitorio, en Calle Amargura / Calle Suspiro con Calle de La Cruz.
En Priego y en la misma línea, la vuelta al Convento de San Francisco se realiza por las calles Río y Acequia. El agua se nos presenta en el itinerario como símbolo de renovación, de la resurrección que obligatoriamente tiene que llegar.
Lo cierto es que el regreso de los pasos procesionales la mañana del Viernes Santo, desde Jesús del Llano a San Mateo, tenía y aún sigue teniendo a la calle Mestanza, ‘roio’ en el Catastro del Marqués de la Ensenada (XVIII), como primera escala. Después, antes de llegar a la Plaza Mayor y encerrarse los pasos en la parroquial, su destino final, se realiza una segunda etapa que tiene a la calle Donosa como protagonista (ahora llamada Isidoro Bodson). Lo que en cierta manera viene a apoyar la tesis de Braulio, pues hasta mediados el siglo XIX el cementerio parroquial flanqueaba la calle Donosa (la margen izquierda según descenso) y, en cierto sentido, tal nombre venía a reafirmar que sí, que la resurrección era posible, que tendría forzosamente que llegar de la mano de Jesucristo, pero sólo para los ‘donosos’, los que estuvieran llenos de gracia, de dones. Lo que justificaba este apelativo para denominar al último hito del callejero en el camino de la ‘vía dolorosa’ que nos trae.
Lámina 16: Calle Mestanza o del ‘roio’ (arroyo), años 70 del siglo XX. Autor: Antonio Moreno ‘Miraves’.
Lámina 17: Calle Donosa o Isidoro Bodson, flanco derecho en descenso. En primer plano Casa de los Delgado de Castilla. En la margen contraria es donde estuvo localizado el cementerio parroquial hasta la segunda mitad del siglo XIX.
Lámina 18: Calle Amargura con calle Visitación / Calle Mestanza: empedrado, lo que se llamó en la época ‘pavimento especial’. Década de los 50 del siglo XX. Autor: Archivo particular de Diego Muñoz-Cobo Rosales.
—Pero, Dios mediante, ¡dejad ya el vino y la cháchara! Noto cierto relente, el viento comienza a removerse, —apostilló La Chacona mientras se ponía en pie bieldo en mano.
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Llegados a este punto, es necesario anotar que la mayor parte del itinerario procesional del Viernes Santo no discurre por la llamada como ‘villa vieja’, por el histórico callejero que comenzó a derramarse a la vera del castillo de Baños en las postrimerías de Alta Edad Media. El ‘camino de la Vía Dolorosa’ utiliza una sección de la trama urbana que, pese a gozar de una alta carga histórica y cultural, queda fuera de los recorridos guiados y al uso que vienen ofreciendo los diferentes agentes turísticos. Se trata de otro momento del hilo de la historia, otra forma de entender la comunidad, usar el territorio y construir las edificaciones. Ahora, perdida la identidad militar de la plaza y alejados del barrio de La Cestería y sus casuchas en pendiente, son mayoritarias las calles que cortan trasversalmente las líneas de nivel del Cerro de la Calera. Sumamente empinadas, están flanqueadas por casonas que se derraman a pie llano, sin escalones interiores ni escalinatas, muy amplias, de un blanco que rayaba la pulcritud. Edificadas con piedra local y tapial, se elevan en planta baja y cámara, en ocasiones con bodega, y en su distribución interna desempeña un papel protagonista el carácter agrícola que en aquel momento condicionaba las economías familiares.
Lámina 19: Barbería del Maestro Ponaire, en Suspiro / Herradores: Pedro Ponaire y Rafael El Chin. Autor: Diego Muñoz-Cobo Rosales. Sirva como homenaje por el enorme trabajo de recopilación fotográfica y creatividad que Diego realizó y puso a disposición de todos los bañuscos.
Y ajenas a los contenidos de este figurado ‘viacrucis’, en un intento de hacer que la crónica doméstica comulgara con la Historia entendida de manera más global, estas calles también se fueron impregnado de historias corrientes, sufrimientos, anécdotas y anhelos que las dotaron de un carácter singular, diferente. Un enorme acervo cultural que ha favorecido que estos barrios tengan hoy una identidad propia, una herramienta cultural que podría ser la mejor carta de presentación para implementar un recurso educativo eficaz y con posibilidades para el uso turístico. Este vecindario y su entorno más inmediato no dispone de un castillo, una iglesia o un palacete, pero sustenta alguna de aquellas cálidas panaderías, con su horno panzudo y unos aromas ancestrales; también resiste la casona que dio sede al antiguo puesto de telégrafos y a la no menos añosa centralita telefónica, reflejo el uno y la otra de la bien recibida modernidad de antaño. Son calles que aún rememoran los aromas a anís seco que desprendía el estanco de Paquito Juan Rafael, por Navidad, y se arrebozan con el olor a tomillo e hinojo de las aceitunas de Isabel La Huevera. Curadas con ceniza y agua salobre, de los pozos bañuscos, endulzaban en una imperecedera tina de barra con inacabables ciclos de veintiún días. Y también recuerdan la figura del Maestro Ponaire, un personaje más que singular que transformó su vieja peluquería de señores, la que aún se mantiene en un estado impoluto, en un lugar de encuentro y distendido debate ‘pajaritero’ (silvestrismo[1]).
Lámina 20: Uno de los tres hornos que hubo en el barrio: La Becerrá / Calle Industria, Calle de la Cruz y Calle Suspiro con Cotanillo. En este caso el último de ellos, Horno de los Cantarero (en la fotografía, Bartolomé Cantarero). Autor: Antonio Moreno ‘Miraves’.
Y qué decir de la plazuela de la Cruz, que esconde en sus entrañas uno de esos capítulos de nuestra historia que nunca debieron ocurrir, personificado en su refugio de la Guerra Civil; o qué hay de esos tipos y señoras que fueron muy grandes por tan sólo, o tan mucho, tener un genio desbordante y un hacer muy singular, y que dejaron una huella imborrable en la memoria cotidiana: Lola Cantarero, Lucas Pepinollo con sus fábulas protagonizadas por ‘codines’, y su cuñada Lola, Rita y Cándida, Juan Manuel El de la Tonta cabalgando sobre su cascajoso pascuali, un alboroto de hierros y reventones de carburador, El Obispillo con sus mañas para tener entretenida y embobada a la chiquillería, La Paniagua, Antonio Laruta y Marcelino del Moral, cada cual un virtuoso de la música, en su palo, Don Julio El Practicante, Ángel Mañono con sus ‘artes’ o Chisque, entre otros muchos que sería muy largo enunciar. Personajes todos ellos, su hilo vital, con capacidad para armar el mayor andamiaje discursivo que pueda imaginarse.
Y con todo, aunque quedaría mucho más que relatar, también se localizan pequeños rincones, y algún antro, de fama merecida y no para lo bueno, como ocurría con la calle del Potro, la que ahora se identifica con el tramo superior de la Calle de la Cruz:
‘Hubo, además, más casos de muerte por arma de fuego en la villa. Los Mármol Galindo estuvieron relacionados con dos casos más. En uno de ellos aparece Juan del Mármol Galindo como víctima de un carabinazo, obra de un recaudador de Millones. Un año antes Gregorio del Mármol Galindo, clérigo de Epístola estuvo implicado en la muerte de un vecino:
De dos arcabuzazos, en esta villa en la calle que llaman del Potro, como a ora de las una del día poco, más o menos.
Las espadas y estoques eran también armas mortíferas, La falta de alumbrado público, carencia propia de la época, hacía que la noche fuese un momento apropiado para llevar a cabo venganzas y encerronas. En enero de 1680, hacia las tres de la madrugada, murió a estocadas Pedro García, también en la calle del Potro’[2].
Lámina 21: Palacete de los Mármol Galindo antes de ser derruido, en calle Mestanza. Con seguridad, el equivalente civil de la reconocida joya barroca del Camarín del Santuario del Cristo del Llano. Autor: Juan Manuel Ortiz.
[1] El silvestrismo es la afición a la captura y cuidados en cautividad de ciertos pájaros de campo, pertenecientes a la familia de los fringílidos, con el objeto de su adiestramiento al canto. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Silvestrismo.
[2] APONTE MARÍN, Ángel: ‘Algunas notas alrededor de un caso de bandolerismo en Baños de la Encina’, Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 154. Jaén: Instituto de Estudios Giennenses-Excma. Diputación Provincial de Jaén, 1994. Pág. 139-147.