Un relato que escribí días atrás, con motivo del 'día del libro', con el fin de colaborar en el blog de mi amiga Rosa Cruz: 'De libros y amigos'.
En el dormivela de la infancia escucho a mis mayores contar historias de ‘verea’ y escarcha negra, mencionar el nombre de cañadas que surcan barrancos impenetrables y deletrear nombres indescifrables, de senderos que se pierden en la niebla del pasado. Junto a la chimenea y al calor de la familia, antes de tener noticias por los libros de Historia, los chiquillos de esta sierra ya sabíamos del Camino de Aníbal, aunque no supiéramos de guerras púnicas y dislates transalpinos.
Los que tenemos cierta edad y trajinamos a
este lado de Sierra Morena, recordamos enseñanzas
preñadas en caminos primitivos, inmemoriales, que fueron y ya casi no son: de
La Plata, Viejo de Andalucía, de los Serranos… y de Aníbal; y añoramos vivencias
en común, de una y otra vertiente serrana, que ya quedaron en nada, en pavesas
que se volatizan de entre los rescoldos de la Historia. Metidos en faena y puestos
en los quehaceres de bucear en la memoria, aún hay quién dice que en el
comienzo de los tiempos, y por estas cañadas, ya pastorearon los ‘hombres de bronce’.
Y que todo un héroe, el mismísimo Hércules, dejando a un lado la maza y sus
obligados trabajos, apreciando que era propio de la humanidad mercadear y no
aporrear, apadrinó a esta vía como Heraclea.
Por encima de devaneos históricos y otras conjeturas, se
trataba de grandes corredores culturales, caminos de carne y herradura, trazas viarias
que comunicaban personas, mercancías e ideas, generalizándose un trasiego
mercantil de aceites, vinos, granos, mantas…, que en la mayoría de las
ocasiones servían de moneda de cambio para los Galeones de Indias. Con
seguridad, el camino que unía uno y otro lado de Sierra Morena, el Guadalquivir
con el Levante peninsular por el puerto de Montizón, fue uno de los ejes de
comunicación más importante de la antigüedad. A lo largo de la historia, el
Camino de Aníbal, su papel principal, propició que su entorno se viera regado de
calzadas, mansio y ventas, puentes,
castillos y fortalezas, casas de postas y estafetas, cortijos, pueblos de
fábula y ciudades con genio…, un
patrimonio histórico cultural que ha forjado el carácter que mejor define
nuestra idiosincrasia, la de una vertiente y la otra. Pues, a fin de cuentas, este
hilo enhebraba a gentes de pueblos que pueden parecer tan nada, pero que son
tan mucho, como Baños de la Encina, Venta los Santos, Villamanrique, Puebla del
Príncipe o Terrinches.
Días atrás, testificando tanta mudanza como desmemoria,
hui al Piélago. Aunque creí que era una forma de evadirme, solo fue una excusa
para volver a escuchar el callado susurro del Guarrizas,
el lamento de una calzada que ya no lleva a parte alguna. El puente, apartado
de todo y como si se tratara de un capricho del hombre, se aferra a puerto como
barcaza fondeada en medio de la nada. En realidad, se trata de un ingenio romano
que sobrevive en la más completa indigencia, en eterna comunión con las
miserias de un camino decadente alumbrado en un paraje de cuento romántico, un
encajado infierno vestido de ruinas y calzado de olvido.
Como si se tratara de un símil de lo que fueron nuestra
sierra y sus caminos, recordando las bondades que en mejores días tuvo el lugar,
nos dice el Heraldo de la Industria (enero de 1904) que ‘…La Sociedad ha instalado una hermosa
central eléctrica, movida por fuerza hidráulica, de cuya fuerza se sirve y con
la que alumbra los diferentes edificios que posee. El molino harinero que ha
montado esta Sociedad, su hermosa fábrica de pastas para sopa, su fábrica de
chocolate y todas las industrias que abarca, llegan al mayor perfeccionamiento,
por estar todas montadas con arreglo a los más modernos adelantos. Esta
Compañía industrial, que todavía ha de dar mayores aplicaciones a su actividad,
en todo, pero muy especialmente en la preparación de pastas para sopa, ha
extremado la bondad de sus procedimientos; la sémola, por ejemplo, la tuesta de
trigo rojo, y resulta muy alimenticia é higiénica para los enfermos y para los
consumidores. La exquisita pasta de legumbres, llamada con razón especial
Piélago, resulta de un paladar tan delicado y tan grato, que este solo producto
acreditaría una industria. Los chocolates son, en opinión de muchos gourmets,
los mejores que se fabrican en España, por lo cual esta Compañía resulta una
industria de excelentes productos y una Sociedad financiera de grandes
resultados’.
Más abajo, el camino se diluye y el río se hunde en un profundo remanso. El murmullo del agua enmudece mientras un milano negro rasga el cielo de nuestra Sierra Morena.
Maravilloso artículo, mis sensaciones: las mismas: vemos diamantes donde los demás ven ruinas. No sabía lo de la fábrica de chocolates.Gracias JoséMaría por compartir tus conocimientos.
ResponderEliminarAún en la ruina hay grandes enseñanzas. ¡Gracias Susana!
EliminarEl final de tu relato entrevera la melancolía con la belleza, dejando un leve poso de esperanza en el vuelo de ese milano sobre las ruinas, la historia y la sensibilidad por esta tierra. Enhorabuena. José Agustín Blanco.
ResponderEliminarJosé Agustín, creo que hay más melancolía que de esperanza. ¡Muchas gracias!
Eliminar