sábado, 19 de agosto de 2017

Sobre Amargura, Desengaño y Cotanillo

Desde el Carril y porque no lo vieran más transeúntes de los que debieran, cogió por la Amargura, amago de calle buena y pendiente de espanto que se trazó con la bonanza que aún campaba un siglo antes, dando esquinazo a Mestanza y Cotanillo. Unos lustros después de su génesis, la vía fue cortada en perpendicular, a media cuesta, por la traviesa del Desengaño, como lo fueron sus aspiraciones económicas y la ilusoria prosperidad del momento. Era barrio de pecheros chicos y medianos, de grano y aceituna, crédulos hijos de la Ilustración, del trabajo y las creencias fisiocráticas, venidos a mucho menos por las guerras (y por los que de siempre con estas tragedias pescan en revuelto), el despotismo y unas esperanzadoras desamortizaciones que, antes de nacer, fenecieron bajo el egoísmo de agrimensores y subastadores públicos. El latifundismo irracional en nupcias con un caciquismo desgarrador y el rentismo de provincias avanzaban de forma irreversible.

Viejo camino de la ermita de Santa Olalla, la calle daba ahora cobijo a casas de piedra buena, con entrada a pie llano, sótano, cámara, cuadras y gallinero, pozo, estercolero y huerto, anchas estancias y varias alcobas. Dejando de lado la estrechez del Cotanillo...





Fotografía Cotanillo: José Pablo Morales Rodríguez

No hay comentarios:

Publicar un comentario