En esto de las redes sociales, una amiga y paisana me interrogaba
sobre si conocía el origen de la bella denominación que luce uno de los ejes
viarios en los que anduve por los años de mi niñez. “Desengaño”, un apelativo
no poco evocador, pero no menos que la vecina “Amargura” o la más alejada y
recogida “Recuerdo”.
Las verdad sea dicha, siempre me han atraído y bastante los
apelativos de las calles de mi pueblo; aún más, siempre me ha llamado a la
curiosidad el posible origen de las trazas viarias que a diario pisoteo, pues
en gran parte esconden mucho de la memoria del territorio, de sus gentes y de
la evolución de la una y las otras. No es menos verdad que bien poco he
profundizado en el tema, poco más que alguna que otra anotación puntual, que
anda agazapada entre los muchos papeles que he ido acumulando en un supuesto
despacho de trabajo que tengo en casa, ¡pero es que éste no pasa de grandiosa
papelera!
Debajo de algún montón de apuntes, carpetas y libros deben
respirar las notas sobre la atrayente, misteriosa y aún anónima, al menos para
un servidor, calle del Potro, escenario de tabernáculos varios y numerosos aconteceres
trágicos. De la mano, entre copias de
Ordenanzas y articulados, debe suspirar la transcripción completa de un censo
de 1932, donde, de la mano de mi vieja máquina electrónica -comprada al amparo
de mi primera beca en Granada-, comencé a comparar denominaciones viarias e
“industrias” presentes.
Poco más he llegado a trabajar, aunque sí esboce mentalmente
una primera, seguro que esperpéntica, línea evolutiva de las nominaciones que
tienen las calles del pueblo de Baños de la Encina.
Los primeros apelativos aldeanos, ausente memoria alguna del
territorio, pues no en vano las denominaciones musulmanas no superan el llano
desapareciendo totalmente en las ondulaciones serranas, se agarran a los
accidentes topográficos que dan nombre a la estrechez urbana y al territorio
que la circunda. Así, el interior del
castillo y el Cueto formarían el núcleo principal, cuando no el único habitado,
siendo este segundo el nombre con el que el castellano viejo llama a los cerros
enriscados. La periferia viene argumentada mediante las propias características
del relieve que, en breve, sumaría su inmediata utilidad primaria o algún hecho
de cierta relevancia local: Laero, Ladera, Barranco, Llano, Buenos Aires, Cantalasranas,
Charcones, Precipicio, Calera, Piedras Bermejas, Cotanillo, Serna , Ruedos o
Celada (Zalá) significan este primer periodo.
Pronto, con el crecimiento urbano bajo medieval aparecerían
nuevas nominaciones, ya vinculadas a los nuevos usos urbanos (Cestería, Cuidado,
Pilar e Iglesia) o quizá a acontecimientos significativos de la vida social
(Potro, Fugitivos o Huérfanos). La Modernidad saltó el cerco aldeano y subrayó
la presencia de industrias y sus consecuencias (Piedras, Eras, Molinos, Mazacote,
Canteras, Becerrá, Cruz, Industria o Herradores) y transformó caminos en calles
(Real, Luzonas, Mestanza o Carril); pero, ante todo, el nuevo orden villano
mudó lo terreno en celestial santificando calles y callejones, como Santa
María, Trinidad, Madre de Dios, Rosario, Visitación, Calvario o San Ildefonso.
Finalmente, la postmodernidad, perdida de manera definitiva
la memoria que se agarraba al territorio y sus quehaceres, cargada ahora de
parcialidad, humanizó y bandeó indistintamente los apelativos de nuestras
calles.
Y llegados aquí, nos queda la rotulación de aquéllas
más bellas, o al menos las más evocadoras, con las que arrancaba el relato y a
las que se podría sumar Salsipuedes. Su carga poética quizá oculte alguna
iniciativa de un alma muy particular, o quizá encontrara cobijo en las ideas
románticas de la segunda mitad del XIX; o, posiblemente, con mayor seguridad, sea la suma de ambas
situaciones.
Hola amigo J.M:
ResponderEliminarEn Bailén también tenemos una calle Amargura y una calle Desengaño, ésta última antes del siglo XIX se llamaba calle de la Media Luna ¿se cambió un nombre que evocaba a algo musulmán? Creo que las calles (¿virgen del?) Desengaño y (virgen de la) Amargura sería por algún patronazgo que los ayuntamientos de la época tuvieran con estas advocaciones marianas.... Matías de Haro, cronista de Bailén en los años 80 también elucubra sobre el origen del nombre de la calle Desengaño, y llega a la conclusión de que tuvo que ser algún concejal o alcalde que sufrió en esa calle un romance con final incierto.... un saludo
Por cierto que buscando en Internet he encontrado el origen mítico del nombre calle Desengaño de Madrid: http://piradaperdida.blogspot.com.es/2006/03/la-calle-desengao.html
ResponderEliminar¡Gracias amigo Miguel Ángel por la anotación! El relato de la madrileña bien podría ser hijo de la pluma del mismo Bécquer.
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