sábado, 23 de junio de 2012

... pues me parece una burla, y un fraude

Bastantes días atrás asistía perplejo y con una cara de tonto que no me cabía en el cuerpo a un anuncio de un reconocido refresco. La marca propietaria del susodicho, actor principal de estas cosas de la globalidad, viene apuntando de manera constante a la bondad de las gentes, a la ingenuidad de lo diario, a la sencillez de lo cotidiano; ¡vamos!, a lo más hondo del corazón de las buenas gentes. Los recovecos de la mente quedan para anuncios de productos más exclusivos, “ya se sabe”.

A un servidor, vencido en cien mil batallas, eterno defensor de lo pueblerino, de las relaciones económicas, sociales y territoriales a las que deben dar cobijo esas cuatro casas mal repartidas, pero entendidas éstas no como bonitos chalés pareados que semejan alcobas de diseño abundantes en plantas y maceteros con aire de grandeza. Como diría mi buen amigo Antonio al hilo de los pueblos de Albarracín “las plazas son para que abreve el ganado, para recogerlo en días importantes o de abrigo, para llenarlas de murmullos y voces, para que “la tierra respire en los sitios del común”; no para que mueran aplastadas bajo el asfalto”. Las nuestras han muerto, y ya huelen.

A un servidor toda esta campaña publicitaria le parece una burla.

Días después leí en el “Ideal” que a un pueblo convecino nuestro, Espeluy, lo han tocado con la varita. Sus calles y plazas darán lustre y sonrojo a aguerridos y cansados oficinistas de entre semana huérfanos de lo rural.

¿Aún hoy es posible creer en la generosidad de nuestros pueblos?, ahora qué han sido mutilados en la picadora de la globalidad.

Hace por estos días veinte años, los mismos que cumplía por entonces la edición de un buen estudio socioeconómico de la provincia de Jaén (1972), que la coyuntura vino al dedillo para invertir en actualizar datos y llegar a las conclusiones del momento. Mano a mano, durante un año, Vicente, Egidio y un servidor fuimos acumulando material y números y aunque no éramos los encargados de llegar a conclusiones, las fuimos sacando. No eran tiempos de bonanza, pero la provincia vivía con intensidad años de crecimiento continuado en número de pies de olivar, un aumento desenfrenado que entendíamos que no pintaba bien, pese a la coyuntura local. Pipiolo que hasta bien poco atrás se habían dedicado a desempolvar manuales de geografía humana, de economía,…, de historia, no entendía como, a largo plazo, podía ser bondadosa esta caminata hacia las estructuras del monocultivo, sostén de comunidades pisoteadas por los nuevos imperialismos financieros. De todas formas nos es que fuéramos muy listos, pues ya lo decían nuestros abuelos con palabras mucho más sencillas y con más sentido práctico, “no eran nada bueno poner todos los huevos en las misma canasta”, y yo añado que aún es peor si no somos nosotros quiénes la cogemos fuerte por el asa.

Puede que alguno también llegara a las mismas conclusiones, de ahí que el análisis, la publicación, durmiera y siga durmiendo el sueño de los justos mientras los planes estratégicos reparten flores y más flores.

Bueno, pues pasados veinte años, después de recrearnos con el caramelo de las vacas gordas que nos pusieron en la boca, han llegado las flacas. Y ahora no solo hemos dado un paso atrás, también hacia al lado. Los pueblos ya no son las estructuras económicas, y productivas, que eran. Ahora son meros distribuidores de productos transformados. Mi padre, tirando a lo suyo, decía “te das cuenta, por la noche, día a día, huele menos a pan, y eso no es bueno, nada bueno”. Y es que, entre todos, hemos acabado con el mercado local entendido como sistema productivo.

Tampoco cobijan las mismas estructuras territoriales, el común ha mermado al amparo del egoísmo privado e ideas mesiánicas: caminos, dehesas, baldíos, ruedos, etc. ¡Y qué decir de las sociales! No, definitivamente no, los pueblos ya no son pueblos, con seguridad son otra cosa.

Y mientras, un día sí y otro también, a toda página seguimos anunciando la creación de una nueva y potente industria de jabón que utiliza el aceite de oliva como materia prima, con una extraordinaria plantilla formada por dos personas, ¡vamos!, la nueva revolución del desarrollo ¿local, rural, sostenible?

Lo siento, pero todo esto me parece una burla.

4 comentarios:

  1. He de reconocer que siempre me dio mucho coraje el hecho de que muchas de las actividades que que aquí en nuestro pueblo se desarrollaban durante todo el año se enfocaran sólo específicamente para aquello y aquellos que venían en verano y que en lugar de que ellos se adaptaran a lo nuestro, nosotros tuviéramos que adaptarnos a ellos. Ahora cuando el tiempo ha pasado, sólo hemos perdido parte de nuestra riqueza y tradiciones, las fiestas del Emigrante cada vez son menos fiestas, viene menos gente, este año incluso se han adelantado, parece, una semana y ya no se concentran en torno al 15, y perdimos las fiestas grandes de septiembre "Los Exclavos" que cuentan nuestras personas mayores de siempre eran las grandes fiestas de nuestro pueblo, hoy si le preguntamos a algún zagal sobre eso de los exclavos probablemente ni sabrán de qué se trata. Bueno para qué seguir relatando...

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  2. Quizás la crisis haga levantar conciencias. Hay mucho especulador suelto invirtiendo en la reconstrucción de aldeas abandonadas y de bodegas cerradas para un nuevo grupo de yuppies sobrantes de dinero y con ganas de invertir (Estos pa la pira). Pero los hay y muchos que están artos de trabajar para sucumbir diariamente derrotados por muchos bienes de consumo fácilmente prescindibles y que en sus mentes planea desde hace tiempo retirarse para seguir una vida diferente a la de Matrix. Sólo hace falta desconectar, qué fácil parece, ¿no?. Pero ojo, la crisis ayuda a tomar este tipo de decisiones.

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  3. https://www.youtube.com/watch?v=dkANWHNGaFY

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  4. Buena melodía, muy buena. Anónimo llevas toda la razón en una y otra afirmación, tanto en la nueva y enésima manera de especular como en la natural razón de querer vivir más acorde con la humana condición. Pero con la edad y los prestamos (me refiero a los hijos), uno pierde la imparcialidad. En todo caso, creo que la crisis no conseguirá nada nuevo.

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