La primera impresión que intuyes cuando paseas por el centro histórico, y no solo por las calles intramuros de la Lebrija romana, es la de una ciudad amable, tranquila, generosa, una ciudad de hondas raíces agrícolas. Por momentos, puede dar la sensación que caminas por un pueblo, sí, un pueblo grande con todo lo auténtico y bueno que puede ofrecer una comunidad profundamente enraizada en la Cultura y la Historia: calles estrechas y peatonalizadas, plazuelas recoletas y rincones con un encanto peculiar. Su centro urbano es bullicioso, que no ruidoso, y trasmite una grata sensación de placidez. Un lugar donde todo el mundo se saluda, sin valorar si eres o no convecino.
Lebrija
se eleva como un arrecife de memoria, un faro que ilumina la vieja marisma y se
empapa de sus sabores.
Puede, estoy segura, que nunca iré a Lebrija, como a tantos otros pueblos, pero no importa, lo dejas perfectamente definido. Gracias.
ResponderEliminarBufff, amiga, ya quisiera yo transmitir, transmitirte, lo que de bueno sentí en este pueblo. ¡Gracias!
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