lunes, 17 de abril de 2017

Mis zapatos de domingo (2)

No era un buen día, o así me lo parecía.

Yo era de calle llana, piso terrizo y polvoriento,
de rincones con magarza y anchas solaneras;
de horizonte abierto apenas roto por casuchas y bardales a medio derruir,
de arremangarme en canteras anegadas de agua podrida,
de tropelías que levantaban vuelo de gallinas y matanzas a pie de calle.

Me vi obligado a descender a lo “bajo” del pueblo
por calles estrechas, de suelo duro y sombra casi perpetua;
callejas apretadas como mis zapatos de domingo,
que ajenos al calendario misal me llevaban por un pavimento pétreo
sin huella alguna de hierba.

Era mi primer día de escuela.

Con las tempranas aguas del otoño,
con las primeras heladas del invierno,
los desplazamientos diarios al viejo corazón de la villa
se hicieron cotidianos.

Mudaron mis muchos ratos entre corrales
por habitaciones poco ventiladas y gélidas,
cambiaron los pálpitos de un suelo atado al calor de la tierra
por geométricos dibujos de baldosas de cemento hidráulico;
truncaron mi azogue por constantes regañinas
que me ataban a un duro pupitre.

Con el invierno, creí que había perdido en la mudanza.

Pero el cuero fue arrugándose hasta hacerse costumbre
y ahora, gastado y viejo,
fue ordenando mi diario sin aspereza alguna.

Fueron los días alargándose,
Y fue gastándose la rígida suela de material.
La rociá del alba,
la luz de media mañana,
la calor de la primavera
comenzaron a pasar a raudales entre los despojos de cuero.

Un viejo texto que dediqué a los días de escuela de mi padre (o al menos a lo que yo interpreté mientras me contaba sus impresiones). Aunque el comienzo fue incómodo, pues creyó perder la libertad que tenía cuando andurreaba por el Santo Cristo, su barrio, acabó devorando todo lo que fuera aprender. Finalmente, como casi todos los de su generación, debió abandonar la escuela para trabajar.

Fotografía: Antonio Miravés. Calle Mestanza, nexo de unión entre el casco viejo de Baños de la Encina y los llanos del Santo Cristo.

2 comentarios:

  1. Las casualidades, gracias a los amigos comunes, nos llevan por el camino de un encuentro inesperado, el de una prosa poética que fluye como un manantial que nutre la tierra de emociones y sentimientos. Enhorabuena por el blog.

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  2. ¡Muchas gracias Rosa! Le he dado una vuelta al tuyo, me ha encantado.

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