El perfecto y continuo entendimiento entre este territorio y sus gentes ha condicionado que el patrimonio que alberga sea más que sobresaliente. En este sentido, los monumentos declarados como bien de interés cultural ascienden a veintiséis, de entre los que destacan en materia religiosa Santa María de las Nieves (Alanís), Ntra. Sra. de la Consolación (Cazalla de la Sierra), Santa María de la Encarnación (Constantina), Santa Ana y Santa María de la Asunción (Guadalcanal) y Ntra. Sra. de la Consolación (El Pedroso); vinculados a la defensa los castillos de Almadén, El Real de la Jara, Puebla de los Infantes, Ventosilla y Monforte en Guadalcanal; y como conjuntos monumentales los de Cazalla de la Sierra, Constantina y Guadalcanal.
Pero la historia ha querido que la actividad cotidiana se elevara a modo de monumento al trabajo de sus gentes. Así, por doquier, encontramos ejemplos de retazos vinculados a las actividades que el hombre ha venido desarrollando en dehesas y cultivos, como haciendas, cortijos (Los Aguado en El Real de la Jara), lagares y tribunas (relacionados con la producción de vino), destilerías de anís o cazalla (El Clavel, La Violetera o Miura entre otros), almonas -almacén- (Guadalcanal, siglo XIII); pegados a los usos y domesticación del agua, como batanes, molinos (Molino del Corcho, siglo XV), fábricas de luz (La Sevillana y el Martinete), Pozos de Nieve (Constantina, siglo XVII), puentes (el romano de Guadalcanal), fuentes, pilares y lavaderos; o apegados a la explotación del subsuelo como la Mina del Cerro del Hierro y sus poblados (tanto el de los trabajadores como el de la Administración inglesa), las canteras de Almadén o la fundición de El Pedroso, uno de los primeros altos hornos de España que estuvo situado en la confluencia del arroyo San Pedro con el Huéznar.
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Debido a las suaves pendientes que dominan el espacio protegido, posiblemente sea el senderismo la forma idónea para conocer sus valores naturales y paisajísticos utilizando algunos de sus dieciocho senderos señalizados, de los que se pueden destacar el de Las Laderas y el de Los Castañares. Pero es posible penetrar aún más en el interior de este territorio profundizando en materias mucho más específicas como el avistamiento de aves, que se intensifica en periodos migratorios en el cauce del río Viar, la recogida de setas durante el otoño (pie azul, parasol, faisán de jara y la amanita del César), la observación de la berrea en el tránsito del verano al otoño o el conocimiento de la interesante geología de este espacio protegido, a la sazón formando parte de la Red de Geoparques de Europa, y que podemos realizar durante todo el año.
Aquéllos que prefieren acercarse más activamente a la naturaleza, pueden practicar escalada en el Cerro del Hierro, espeleología en las distintas simas localizadas, cicloturismo en la Vía Verde de la Sierra Norte, que aglutina en total 19 kilómetros, deportes náuticos en el embalse del Pintado o dedicarse a la caza mayor durante los periodos habilitados para ello.
Pero para los que de verdad quieran captar las esencias de esta tierra, no pueden dejar de conocer la cultura que la impregna; ya sea su monumentalidad, sus centros de arte (arte contemporáneo de la Cartuja de Cazalla), o sus quehaceres cotidianos (enología, anisados, campeo del ganado, elaboración de chacinas, apicultura, fabricación de barricas de castaño, etc.).
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