viernes, 17 de febrero de 2012

Siniestro Total ... Diga Que Le Debo

Andaba estos días atrás pendiente de una noticia que tenía a nuestro vecino del norte como protagonista indirecto, aunque promotor, cuando me llegó la pandereta de los guiñoles. Llegué a mal pensar si no sería esta fantochada una de las muchas maniobras de distracción en las que invierten nuestros mensajeros su tiempo y soldada.

No fue hasta ayer cuando la nueva, vieja conocida, llegó como una pesada losa.

Iluso de mí, afrancesado de buena fe, llegué a creer que la sociedad española y, más concretamente la andaluza, haría una crítica reflexión de los andurriales económicos y sociales por los que hemos callejeado durante los últimos veinticinco años. Pero, ¡cuál sería mi estupor!, los culpables eran los capitales agrarios franceses en connivencia con el rey alauita, los tecnológicos alemanes embarcados en empresas de transporte,..., los nocivos y caducados fitosanitarios (que desde occidente les vendemos a esos pobres necesitados del sur); en fin, la culpa es de los demás.

Decía una fábula que, cayendo la noche, andaba un mendigo casi en harapos, escuálido y con ojeras por una calle de buen ver del centro de la ciudad. En esas, un vecino, viéndolas venir, lo invitó a cenar a su casa, le dio ropa usada y, esa noche, baño y cama. Al marcharse por la mañana, el vecino le metió un billete en el bolsillo argumentándole que debía gastarlo en herramientas, en formación, en inversiones, …, pero que esa noche volviera a cenar, que al menos, durante un tiempo, en su mesa tendría un plato.

Aquella noche el señor, queriendo agradecer la ayuda recibida e impresionar al buen vecino, llegó a cenar con traje nuevo, decente.

Siguieron las noches y las cenas; el buen vecino preguntaba de cuando en cuando qué estaba estudiando, qué pilares estaba poniendo para un futuro mejor, dónde invertía el dinero que escaso, pero religiosamente, le metía en el bolsillo de su chaleco, chaqueta, americana,…; éste le respondía pasándole el vino o mostrando su nueva corbata a juego con el resto de la indumentaria. Había días en los que, envalentonado, se servía más carne que garbanzos ante la mirada un poco atónita del anfitrión.

Iba el señor una mala noche de invierno fabulando en compras cuando encontró en la casa del vecino, en el portal, a un pedigüeño comiendo garbanzos en un tazón. Pasó a la casa y, al asomarse a la olla, apenas bailaban unos pocos garbanzos en un fondo caldoso. Aquella noche maldijo a tirios y troyanos amenazando con llevarse la perola.

Seguro que los políticos han hecho, hemos hecho, mal los deberes, ¡¡¡seguro!!! Y muchos, como se viene diciendo en tertulias y púlpitos, deberían cobrar según rentabilidad empresarial, pero, ¿qué deberían entonces tener de soldada gerentes, directores, gestores, consultores, asesores,… de proyectos, planes estratégicos y memeces visionarias múltiples?

Por cierto, el mundo del aceite debería decir “oído cocina”, no vaya a ser que alguien piense en el reembolso de las embajadas oleícolas a Estados Unidos, Japón y otros lugares variopintos.


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