En días en los que te sientes rendío, como flor de jazmín chuchurría en brazos de la maldita canícula, me llega desde el nicho de la desmemoria una imagen desdibujada de la poco recomendable bodegas Navarro, un mal cuchitril, un tabernucho pergeñado a media calle Elvira, y de su bendito caldo, negro como hule gastado. Cuando andabas, o creías caminar y en realidad ibas casi a gatas, un vasito de su amontillao y aquel mejunje le recomponía el semblante al muerto peor pintado:
‘En una esquina, cuatro pasos más adelante, quedaba la modesta taberna llamada con ínfulas “Bodegas Navarro”, en esquinado diálogo de barra con los anticuarios vecinos -Reyes y otros más-, el oficiante con su Montilla y tacita de caldo de caracoles era capaz de levantar a un muerto o dos a la vez. Una maravilla desaparecida que gustaba hasta a los estudiantes’.
Y es que, como sentenciaron Los Enemigos en su apocalíptica ‘Brindis’ (pincha aquí para video):
‘Podría hacer daño
el agua y no el licor.
Podrían los años no
pasar factura al portador.
Podría ser, pero no.
No tenemos cura
ni encontramos otra opción,
así que entremos al mesón’.
Fotografía: calle Elvira 1926. Fuente del texto superior y fotografía (pincha aquí)
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