Pese a
ello, o quizá por ese mismo déficit hídrico, y también por la concentración en
un espacio tan reducido de una gran diversidad geomorfológica, pues no en vano
el pueblo se levanta sobre uno de los escalones de la denominada Falla de Baños,
la población ha modelado una infinidad de maneras e ingenios para obtener y
almacenar agua para los diferentes usos cotidianos, ya sean estos domésticos,
agrícolas o industriales. Esta manera de intervenir en el territorio, que sin ahondar
en la investigación de campo podría parecer propia de la ocupación castellana, contrariamente
tiene una profunda raíz histórica. En este sentido, es necesario subrayar la
presencia de una serie de equipamientos hidráulicos de gran interés, como la
gigantesca cisterna pétrea de Peñalosa (Edad del Bronce), que recoge las aguas
de lluvia y escorrentía que fluyen por el callejero del poblado; la pequeña balnea de la cercana villa romana del Santuario de la Virgen
de la Encina, cuyas aguas provienen de la vecina Fuente del Barranco del Pilar
y que fue embrión del propio santuario; dos albercas elaboradas con mortero u opus caementicium, la de Los Perales de
Purita y la del Polígono, la primera es hoy soporte de una más moderna y
modesta utilizada para riego, mientras la segunda es cimiento de una casilla de
mina de la primer mitad del siglo XX; o el doble aljibe almohade del castillo y
los caces de drenaje de la Alcubilla, cuya fábrica realizada con opus signinum muestra una gran dureza y
calidad.
Aun así,
será durante los siglos XVI al XVIII cuando se edificarán la mayor parte de los
ingenios hidráulicos que hoy dan forma a la interesante red etnológica que atesora
el entorno más inmediato del municipio, un área rústica conocida popularmente
como Los Ruedos. Grosso modo, podemos
clasificar los bienes hidráulicos en cinco tipologías según el uso para el que
se destinó el agua: ordenación territorial, doméstico, ya sea para beber u
otros usos (aseo, elaboración de pan, cocer alimentos, etc.), tránsito
viario/comercial y ganadero, agrario e industrial. Formando parte de este
amplio abanico de recursos, podemos enumerar desde las “callejas de agua”
(Arroyo, Cuidado, Barranco), que evacuaban del callejero y sin daños las aguas
de lluvia, a veces torrenciales, a las zanjas empedradas de la Campiñuela, que
drenaron los parajes pantanosos de Los Charcones y Cantalasrranas y proporcionaron
una cuña de tierra fértil para uso hortícola; desde los pozos monumentales,
como Nuevo y de la Vega, que salpicaron el Camino Real y abastecieron de agua a recuas y rebaños, hasta las ingeniosas alcubillas
y fuentes del barranco de Valdeloshuertos (Cayetana, Socavón, etc.), que proveyeron
de agua potable a la población; desde los pantanillos, habilitados en arroyos
como el Rumblarejo para conducir de agua a las viejas almazaras, hasta los
caces y molinos del Rumblar, que facilitaron la molienda de la cosecha de grano
obtenida mediante un complejo sistema agrícola de aprovechamiento de los pagos
serranos (llamado “roza de cama”)…; en fin, a modo de epílogo de este amplio
listado de bienes de carácter etnológico subrayar que, en un espacio muy
reducido del conjunto histórico del municipio, un área que no llega a las cinco
hectáreas, se contabilizan hoy más de un centenar de pozos para uso doméstico,
en la mayoría de los casos de una talla excelente.
Tan
vasta enumeración patrimonial no sólo aporta información sobre las diversas
soluciones técnicas utilizadas en distintos ámbitos económico-culturales y en
diferentes momentos de su historia, también nos ayuda a entender procesos más
complejos que, a escala local, han dado forma a la historia cotidiana de un
territorio en muchos casos estéril como pocos. El agua, en un territorio sin
regulación cárstica o nival que atenúe las fuertes oscilaciones estacionales
mediterráneas, ha sido tradicionalmente uno de los recursos más apreciados por
agricultores y ganaderos. En este sentido, por tanto, también nos muestra lo
escasa y necesaria que es el agua en un entorno ambientalmente crítico como lo
es éste, obligándonos a desarrollar un uso racional de ella si nuestro deseo es
acorde con criterios de sostenibilidad. Por cierto, criterios muy contrarios al
agobiante y férreo monopolio que hoy ejerce el cultivo del olivar.
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