De una parte, las Cortes, el poder político y la capacidad decisoria seguían
estando en Castilla, hecho que provoca un general trasiego de metales, piedras
preciosas, especias y mercancías exóticas desde el puerto de Sevilla al corazón
del reino: la Meseta. De otra, era de obligación abastecer a los galeones: de suministros
para la tripulación, de géneros y “baratijas” a los mercaderes que comerciaban
con las élites transoceánicas y de alimentos adaptados a la dieta europea para
la población criolla. Por todo ello, los caminos históricos y las poblaciones
que se extienden como un reguero por sus trazas toman un protagonismo principal
en la génesis y desarrollo de la “Aventura de Indias”, ya sea por el
abastecimiento de productos agroalimentarios, por el trasiego de mercancías o
por el movimiento de capital, conocimientos e ideas.
En los albores del siglo XVI serán muchos los caminos históricos que arriben
y tengan como punto de partida Sevilla. Cada uno de ellos se especializará en
función de su punto de origen, las peculiaridades geomorfológicas de su traza, las
posibilidades agroeconómicas de su territorio, el tipo de mercancías que fluye
por sus calzadas, etc., pero todos ellos participaron de forma activa en
modelar un “nuevo mundo” a uno y otro lado del Océano, en las Indias
Occidentales y en las Orientales pero también en el Viejo Continente: en
conjunto, vendrán a configurar y consolidar en territorio andaluz una red
viaria decisiva, los “Caminos de Indias” por tierra firme. Por su protagonismo
histórico y el patrimonio cultural que atesoran, por la riqueza natural y
tradición agrogastronómica que poseen, por el trasiego ideológico que fluye por
sus “arrecifes”… en general, por la potencialidad turística que presentan, se
puede destacar la necesaria puesta en valor de cinco de ellos:
1.- Los Caminos Reales del Azogue
Desde mediados del siglo XVI, el destino final de casi todo el mercurio
o azogue producido en Almadén fueron las minas de plata americanas, sobre todo
las de Nueva España (México). En América, el azogue se utilizaba para amalgamar
los minerales de bajo contenido en plata antes de su introducción en los hornos
metalúrgicos, un método que era conocido como beneficio de patio.
Los tres caminos utilizados para transportarlo al puerto de Sevilla,
dos carreteros y uno arriero, tenían un tramo común entre Almadén (Ciudad Real)
y Azuaga, villa extremeña situado a unos 150 kilómetros al suroeste de Almadén.
De esta población partían tres itinerarios, dos de ellos aptos para carretas y
el tercero solo para caballerías, que cruzaban Sierra Morena y el Guadalquivir
y concluían en las Reales Atarazanas de Sevilla. En este recinto el azogue se
volvía a empacar para que no se derramase en la travesía atlántica y se embarcaba
en los galeones de la Flota de Indias.
Cada primavera, Los Caminos Reales del Azogue se convertían en un bullicioso
escenario tomado por gentes, animales y carros, que en su viaje de regreso
aprovechaban para transportar los bienes necesarios para la mina, pero también
para abastecer las poblaciones por las que transitaban. Todo ello significó una
fuente de intercambio y prosperidad para un amplio territorio.
2.- El Camino Real Cervantino o de la Plata (o de Las Ventas)
Las visitas reales, el tránsito de viajeros ilustres y los primeros
turistas de Renacimiento llenaron de vida los mesones y ventas que salpicaban el
macizo de Sierra Morena entre las ciudades de Toledo y Córdoba (de ahí el apodo
de Camino de las Ventas). El traslado a la Corte de todas las riquezas
provenientes del nuevo continente americano, hicieron de este camino un eje
viario estratégico, un nudo de comunicaciones entre el norte y el sur de la Península
Ibérica. Por aquí pasaban la mayor parte de los viajeros que transitaban de la corte
castellana a la Baja Andalucía (Córdoba, Sevilla y Cádiz), o a Málaga a través
del Camino del Carpio.
Por otra parte, muchos autores del Siglo de Oro sitúan la acción de sus
obras en este camino. Pícaros, reyes, caballeros y damas, amantes, golfines,
clérigos y un sinfín de personajes serán los protagonistas de las vivencias creadas
por las mayores glorias de la literatura española. El paso por Sierra Morena
será cantado por su belleza y temido por sus peligros. En este mismo sentido, este
recorrido, que forma parte del histórico Camino Real de Sevilla a León, será el
escenario de un buen número de las aventuras y desventuras de don Quijote y es también
el primer tramo del camino de retorno a su aldea desde su lugar de penitencia,
primero, y desde la venta del Molinillo, después. Es por todo ello que algunos
autores proponen apodarlo como “Cervantino”.
3.- El Camino Colombino o Real de Sevilla a Guadalupe
El Camino Real de Sevilla a Guadalupe, también denominado Camino del
Sur o Camino Colombino, fue utilizado desde su génesis por los peregrinos de
Andalucía Occidental que subían a Guadalupe. Por este camino también peregrinaron
al templo mariano miles de cautivos procedentes de las mazmorras de Argel o de
los remos de las naves turcas; por esta ruta salieron, rumbo a la aventura
americana, muchos soldados que después, sanos, salvos y con algo de hacienda
regresaron a dar gracias a la Madre.
No en vano, ya desde el siglo XIV, el monasterio de Guadalupe fue uno
de los destinos preferidos de un buen número de peregrinos, viajeros,
visitantes, turistas y personajes ilustres la historia de España. Desde Sevilla
subió Colón a Guadalupe en 1493 y 1496 (de ahí la denominación de “Colombino”)
y Hernán Cortés lo haría en 1528 tras someter al imperio azteca. También los
Reyes Católicos realizaron este camino en varias ocasiones, sobre todo, tras la
conquista de Granada.
4.- El Camino de Postas del Correo Real
Este Camino, que discurre por tierras de vega y formaba parte del
Itinerario Valencia a Sevilla de la Edad Moderna, unía de la manera más corta dos
históricas ciudades del valle del Guadalquivir: Sevilla y Córdoba. Pese al
mucho tiempo transcurrido y a las numerosas coyunturas históricas negativas que
se han dado, este camino no ha desaparecido del mapa viario y hoy mantiene un
recorrido muy similar al que tenía desde finales del Imperio Romano.
Los Reyes Católicos, en su afán de centralizar el poder, consideran que
una manera de controlar el territorio era a través de las vías de comunicación
y de la mayor fluidez de la información, a la sazón, durante su reinado se
regulariza el Correo como servicio público de la Corona. En principio sólo sería
para el ámbito de lo político, después, con la Carrera de Indias, también se
utilizó para la actividad económica y las transacciones mercantiles. Por todo
ello y a finales del siglo XVI, el tramo de Sevilla a Córdoba por la margen
derecha del Guadalquivir asume la función de itinerario de posta del Correo
Real. De esta manera, todo el itinerario se verá salpicado por postas, posadas,
puntos de control viario y grandes haciendas agrícolas.
5.- El Camino de los Romanos
Ya desde la prehistoria tardía, el eje viario que discurre paralelo a
las aguas del Betis (tradicionalmente conocido como “Vía Augusta) y que comunicaba
Gades con las tierras del Alto Guadalquivir y con el levante peninsular -una
vez superada Sierra Morena-, se constituyó como una gran vía comercial-cultural,
un hilo viario que comunicaba personas, mercancías e ideas. Con seguridad, fue el
eje peninsular de comunicación más importante de la antigüedad. A lo largo de
la historia, este hecho ha propiciado que su entorno se viera salpicado de
calzadas, puentes, castillos y fortalezas, casas de postas y estafetas,
haciendas y cortijos, pueblos y ciudades… En líneas generales, este patrimonio histórico
cultural ha moldeado el carácter que mejor define lo que hoy es la idiosincrasia
andaluza.
Sin tomar partido en los diferentes debates académicos que discuten la
existencia de una o varias “Vías Augustas” o los que divergen en la
denominación de sus diferentes tramos (Vía Augusta, Vía Heraclea, Camino de
Aníbal…), con seguridad se puede afirmar la existencia de un itinerario romano
que uniría Sevilla con Córdoba a través de Carmona y Écija, que luego continuaría
hasta Cástulo (Linares) por Andújar y Mengíbar (Iliturgi). Por la época que nos
trae (siglo XVI), este itinerario de origen ibero-púnico-romano estaría ahora conformado
por la suma del primer tramo del camino histórico de Sevilla a León (que
discurre por la campiña y la margen izquierda del Guadalquivir hasta Córdoba) y
un segundo tramo que formaría parte del Camino Sevilla-Valencia
(Córdoba-Linares). Desde Linares, la vía se bifurca en varias alternativas que
podrían ser consideradas como prolongaciones, ya sea hacia la Meseta por el
Puerto del Rey/Muradal (Camino de Toledo a Granada) o al Levante por el Puerto
de Montizón (Linares a Montiel -Mariana-), etc.
Este trazado se caracteriza por la presencia de un importante legado
romano, de ahí nuestra propuesta de usar el nombre genérico “Camino de los
Romanos”, que por otra parte es como aparece y en numerosas ocasiones es
llamado en los topográficos del siglo XIX y XX (no en vano muchos de los
municipios por los que discurre están integrados en la Ruta Bética Romana). Durante
la Edad Moderna este camino va a posicionarse como un importante eje de
desarrollo agroeconómico y de difusión de ideas. Así es, las tierras que
bordean el camino y río se verán salpicadas de haciendas y cortijos, de grandes
complejos agrarios que van a abastecer de productos alimentarios a los Galeones
y Flotas de Indias. Aunque en mayor número serán las caserías aceiteras las que
ocupen estas campiñas, no serán las únicas, generalizándose un trasiego mercantil
de aceites, vinos, granos, mantas, etc.