sábado, 22 de diciembre de 2018

Barruntando en la nave de las cabras



Metidos en faena y charla cada cual vociferaba lo propio. Mi tío, paciente, contaba cada gota de lluvia, las ganancias y las pérdidas que acarrearía el temporal; mi primo, inquieto por la inesperada presencia de los mayores, rumiaba si la compañía era para bien o perdíamos con el cónclave; Gregorio trajinaba rememorando sus andanzas y salpimentando con chistes cualquier descuido de los tertulianos; y uno, como siempre, cavilaba fuera de norma y fraguando quimeras con la Historia. Mi primo Dioni, contrariado por el desmantelamiento de la ligá y ajeno a tan historiados trajines, argumentaba que aquellas elucubraciones y quebraderos estaban fuera de lugar; a Goyico, aquellas distracciones le ayudaban a seguir con sus delirios. Mi tío, aunque no lo parecía ni le venía a tino, andaba siempre atínela e interesado por mis interrogantes, y premiaba mis inquietudes haciendo un mohín que desaprobaba las críticas que realizaban el resto de contertulios. De cuando en cuando, aprovechaba un momento de silencio, un trago de vino del primero, que el otro removía los leños de la lumbre o un bostezo del de más allá, y dejaba caer mis inquietudes: desempolvar el nombre olvidado de algún barranco, desentrañar el origen de cuatro piedras desbaratadas o barruntar por dónde andaba cualquier vereda mancillada. Y puestos en aquello, en aquel trance y día, interesado por un tema en concreto y teniendo mis dudas sobre lo que afirmaba la tradición, pregunté y poco norte me dieron sobre la causa del apelativo y advocación de nuestra parroquia: que no es otra que la del evangelista San Mateo.

2 comentarios:

  1. Imprescindible se hace el leer lo que escribes. Qué tengas un buen año nuevo para seguir manteniendo la magia en tus relatos. Un saludo.

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  2. ¡¡¡Gracias Rosa!!! Igualmente, mis mejores deseos para todos vosotros. Espero que el año que nos trae me permita visitaros y conocernos en persona, ¡¡¡un abrazo!!!

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