Los hubo de variopinto
carácter. Los unos, tendentes a la mejora y eficacia de las producciones agrícolas
del valle, propugnaban interesantes trasvases de agua desde el río Guarrizas a
la Campiñuela. Los más, vinculados a las postulados higienistas del momento y que,
preocupados por la falta de agua potable durante el estío y por las muchas
epidemias que parían, andaban a brazo partido en la búsqueda de nuevos y
mejores manantiales.
En esas y en
1924, el ingeniero militar Ángel Arbex evaluó los posibles veneros y el
montante económico que supondría su adecuación para el consumo y la posterior conducción
de aguas hasta la localidad. Cuatro fueron las opciones en principio viables: el
Cerro del Navamorquín, del que preocupaba la posible toxicidad de las aguas
debido a la alta presencia de filones mineros; la vega (abastecida del venero
del Santo Cristo), pobre en aguas y de encarecido coste debido a la necesidad
de bombear el líquido elemento hasta la parte superior del pueblo; un posible
trasvase de aguas desde el Río Grande, aguas arriba del Rumblar, mediante la
creación de un pantano en el lugar de El Puntal (que finalmente llevaría a cabo
la ciudad de Linares). Finalmente, la opción considerada como más eficaz fue la
de traer las aguas del venero serrano de Gorgogil, en tierras de Villanueva de
la Reina. Su bondad radicaba en sus buenas y abundantes aguas y en la virtud de
que vendría por su propia caída y peso.
Este suministro
vendría a sustituir a las cuatro fuentes históricas que hasta entonces habían
abastecido al pueblo: Cayetana, Pacheca, Socavón y Salsipuedes, todas ellas
situadas en el Barranco de Valdeloshuertos,
a relativa distancia y pendiente del pueblo. Paradigma de esas cosas casi
imposibles, el proyecto fue dando tretas (dictadura, dictablanca, república,…dictadura)
para culminar su ejecución 30 años después.
Finalmente, los
otros, estaban vinculados a la mejora de las vías de comunicación con el firme objetivo
final de aumentar la eficacia de la explotación de los recursos económicos y potenciar
una mayor diversificación de los usos del territorio serrano, hasta ese momento
extremadamente dependiente de la actividad minera. Años atrás y enteramente
unido a la minería, se contó con un proyecto para tender una línea de
ferrocarril desde La Carolina a Puertollano, que recorrería todo el norte del término
municipal circulando por Los Guindos y El Centenillo. Proyecto fallido.
En aquella algarabía,
se redactó un nuevo proyecto que planteaba la construcción de dos pasarelas que
salvarían los ríos Rumblar y Grande, dando mejor paso desde la campiña y el
pueblo de Baños a la Sierra. Utilizaba para ello dos de los caminos históricos,
los del Hoyo de Mestanza y San Lorenzo de Calatrava. El objetivo final era
mejorar las vías de comunicación, favorecer el poblamiento serrano, diversificar
la economía agraria interior y optimizar la explotación económica serrana. En fin,
hacer que un territorio dependiera en menor medida de un monopolio, por añadido
finito.
Pero vinieron
las “vacas flacas” del ’29 y el Estado, paridor de desequilibrios territoriales
por naturaleza, eso sí siempre en busca de la mayor eficacia de las naciones,
tomó la firme decisión de embalsar las aguas del río Rumblar para aumentar las
posibilidades de riego del curso bajo del Rumblar, las vegas de Espeluy,
Villanueva de la Reina y Andújar.
En tierras de
Baños, el Rumblar pasó de vía de comunicación a barrera que impedía el paso. Lentamente,
la posible diversificación económica serrana mudó a ser especialización cinegética,
opacidad del territorio, despoblamiento…