jueves, 19 de diciembre de 2013

Al hilo de las eléctricas...


Andaba uno por los “jaenes”, hace ya bastantes más lustros de los que uno deseara, comiéndose el mundo a dentellás y aún perdiendo el tiempo, como ahora, en alguna que otra chorrá fuera de sitio.

Posiblemente, ¡con seguridad!, fue la asignatura de “Historia del Arte” la mayor chapuza que tuve durante la carrera y, como diría el refrán, “no quieres caldo, pues toma tres tazas y la última con colmo”: en primero, en segundo y en tercero.

Pues metido en verea y en el disloque que aquello era, no tuvo la “manigera” otra ocurrencia que apañar los anejos de su doctorado con el trabajo ajeno haciendo, cosa muy cotidiana en todo tiempo y lugar, que la responsabilidad del error recayera en el escribiente.

Y nos vimos pergeñando un coñazo de fichas sobre pañitos varios, mantelerías y demás útiles sacros en materia de ganchillo. Pues así andábamos, rematando la faena, cuando de aguinaldo tuvimos la encomienda de fotocopiar varios artículos que formaban parte de la bibliografía “manejada”. Y en esas, nos pusimos en dos patás en el Archivo de la Diputación que, por aquellos años, cogía de frente y de buen grado frente al muy afamado “Bodegón”, lugar de grato encuentro, buenos tapas y mejores vinos.

Con la buena compaña de mi compañero y mejor amigo Hilario, una vez finada la faena y pensando que la “dolorosa” corría a cargo de la susodicha de la encomienda, dijimos de cerrar los 200 duros de la factura cuadrándonos entre pecho y espalda un vino del mencionado cuchitril vecino. Y ya puestos, redondeamos con tres, ¡total, iba a pagar la capitalista!

El paso de los días y las semanas vino a certificarnos que además de puta, pusimos la cama. Ya viejos, y al hilo de esto de las eléctricas, las cosas siguen con las mismas.

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