miércoles, 3 de agosto de 2011

Ahora toca pelear

El tiempo, de una bofetada, te dice lo poco que aprovechaste la sabiduría y el buen querer de tus mayores. Como diría a modo de respuesta vital el coronel Bilbao “¿Sabe usted para que tenemos hijos? Para que nuestros errores duren más que nosotros”. Pero además nuestros precursores nos dejan desarmados para la enmienda.
Así, entre la falta y el desamparo, me dejó mi abuelo José María una revoltosa tarde de primavera, ni peor ni mejor que otras, tan solo fue la última. Pese a la ausencia llegó a contarme algunos de sus muchos devaneos en la Guerra de África, pocos tiros y muchas intrigas. Donde me decía hizo buenos amigos que vestían largas vestimentas y poseían extraordinarias riquezas que tuvo que abandonar el día de su espectacular liberación, ¡él sí que sabía mentir!, como suelen hacerlo los grandes hombres a sus menores.

Poco me contó de sus inquietudes y miedos en una guerra que le desgarró el alma; tampoco especuló fantasías de los días que tuvo que barrer plazas con la amanecida o cuando tuvo que despedir a su padre, Antoñico como así le decía Antonio “Pepinollos”, el hombre que durante la guerra tomó la osada decisión de sacar canastas de pan a la calle, pna que hacía con la harina que casi de estraperlo traía de La Mancha.

Una buena mañana, cayendo ya la primavera, me dice –Pollo, ¿te vienes con la Ligera?, una mansa galga de tonos canela que inquietaba a los viandantes que discurrían presurosos por la calleja de El Cotanillo. Por la tempranera, cuando la primavera jugaba ya a verano y haciendo honor a sus raíces de campiña solía dar una vuelta por los olivares y cazar a carrera algún conejo o liebre. Se ve que la escasa quietud de mis pocos años daba algún quebradero a mis mayores y mi abuelo pensó que no habría mejor medicina que tumbarme con la andada. Con el tiempo, que pone y quita en alguna que otra ocasión no siempre, me he dado cuenta que fue una de las primeras experiencias que abrieron mi instinto curioso.

Cuesta abajo, salí arreando como el morlaco de los toriles, en un santiamén, despistado e inquieto, estaba en San Marcos con un abuelo que apenas recuperaba el aliento corriendo tras de mí. La Ligera, estando de nuevas, entre carrera adelante y atrás, caracoleaba en torno mío. Josico, sosegado, me indica que a partir de ahí ¡tras su sombra!, nada de corretear por delante en un intento de imponer cordura paterna y táctica cinegética.

Siguiendo con respeto la opinión del mayor, ocupé mi posición de retaguardia tornado las carreras hacía delante por bandazos y quiebres laterales que no dejaron de perturbar el sosiego del abuelo. Subí y bajé a trompicones de la cabeza de los pies de olivo, me pinché hurgando entre esparragueras, desollé rodillas en los padrones y caí una y otra vez entre las camás tropezando con sus terrones. Mientras tanto, la galga iba a lo suyo y mi abuelo deambulaba sin saber cómo atender a lo uno y a lo otro.

Cuando llegamos al horno, creyendo yo que de vacío, mi abuela nos recibió con alivio y con un orgullo que apenas aprecié.

Esa siesta, como todas, una vez que mi abuelo refrescó la levadura, nos acurrucamos juntos en la cama, una vieja chatarra de redondos hierros azules, pequeña y apretada en un cuartucho donde apenas dejaba moverse a sus inquilinos. A modo de protección, intentaba amarrarme a su ancha y quebrada espalda sin caer en demasía en el sueño y siendo testigo de sus sonoros ronquidos. Esa tarde, quizá por las nuevas del suceso y pese a sus muchos años y venturas, respiraba una inquietud que me envalentonó a interrogarle –abuelo, me he caído muchas veces, ¿te ha regañado la abuela? No hubo más respuesta que un leve refunfuño. -¿No me llevarás más contigo y con la Ligera por caerme? Sin darse la vuelta y apenas esforzando la respiración me dijo –Sí, sí vendrás más días conmigo, te has caído y mucho, pero siempre te has levantado hincando los dientes. Y así fue.

Ahora padre te toca a ti, tienes que hincar los dientes y seguir.

4 comentarios:

  1. Si no dejamos de recordar a nuestros mayores, tanto sus enseñanzas como a veces sus desvaríos,siempre estaran con nosotros. Pero mientras fisicamente esten a nuestro lado hay que estrujar al máximo ese tiempo, aprovechar cada minuto, disfrutar de cada segundo... y jamas desesperar, aún estando en las más sombrías aflicciones, pues de las nubes más negras cae agua fresca, limpia y fecundante.

    ResponderEliminar
  2. Fieles ha lo largo de muestra vida, quedo gravado en muestras neurona multiplicadas en cada palabras y savias en cada momento,en lo malo como en lo bueno, pero ellos nunca se dormían en los laureles si no renacer y ponerte en pie ´,

    ResponderEliminar
  3. mucho animo y fuerza en estos momentos para todos

    ResponderEliminar
  4. renacer y ponerte en pie ciertamente es su enseñanza; mucho ánimo también desde el corazón de los amigos
    ***

    ResponderEliminar