Afilado ritual
Por último, hay
otro componente que está presente en la casa judeoconversa galaicoportuguesa, que
también se ha confirmado en las juderías de Alburquerque y Valencia de
Alcántara (Extremadura), y que Fonseca Moretón pone de relieve en su estudio. Es
lo que el arquitecto gallego denomina ‘afilado ritual’. En su trabajo, el autor
viene a decirnos que se trata de ciertos rebajes muy lisos, aproximadamente de
una cuarta de alto, que estropean escandalosamente el baquetón que decora la
arista o el bisel de las jambas de la puerta. Suelen aparecer por encima del lugar
que ocupaba la mezuzá,
mayoritariamente en la brenca derecha, pero también está presente en la izquierda.
En realidad, según íbamos leyendo la descripción que nos aporta Fonseca
Moretón, la lectura nos sacaba una sonrisa. A todas luces, reconocimos que era
el resultado de una práctica muy extendida en el medio rural, la de afilar las
herramientas de corte aprovechando que las brencas podrían estar elaboradas con
piedra de asperón. Costumbre, por otra parte, muy arraigada en nuestro pueblo
de estudio, Baños de la Encina. Pero, como subraya Fonseca Moretón, el análisis
de detalle de cada una de estas marcas, las casas concretas en las que están
practicadas y los detalles que las rodean, nos permiten abrir una nueva línea
de comprensión del fenómeno.
En nuestro caso,
en Baños de la Encina, hemos contabilizado hasta un total de veinticuatro
casonas con rebaje liso, de ellas, doce en la brenca derecha, nueve en ambas y
dos en la izquierda. Aunque se podría deber a múltiples causas, en más de un
tercio de ellas el rebaje es testimonial, como de haberse utilizado durante un
corto periodo de tiempo. Del total, un número importante viene acompañado por cruces
incisas en las brencas. La proliferación de cruces explicaría que estas casas
con rebaje pertenecieran a judeoconversos, de ahí que también haya presencia de
los atributos cristianos, la cruz, pero que aún seguirían manteniendo algunas
conductas judaizantes. Sería el caso del ‘afilado ritual’. Volvamos la vista
atrás, al trabajo de Fonseca Moretón, que viene a decirnos que el sacrificio del
ganado de consumo debe hacerse por un matarife reconocido, o shojet, bajo la vigilancia de un rabino
de la comunidad. Los animales han de ser degollados con un cuchillo sin mella, bien
afilado, produciéndoles el mínimo sufrimiento y siendo convenientemente
sangrados para ofrecer algunas de sus partes en holocausto a Yahveh. Cuando la
comunidad no cuenta con matadero judío que garantice el abastecimiento kasher, es decir, que certifique que la carne
proviene de un animal sacrificado según el ritual correcto, el vecino criptojudío
está obligado a degollarlo por su cuenta. Y, en este sentido, para afilar el
cuchillo, eliminar cualquier mella y cumplir con el rito, ¿no es la brenca de
la puerta, a la altura de la mezuzá,
el emplazamiento donde el judío exhibe su compromiso con Yahvé, el mejor lugar
para hacerlo? Pero no sólo era cuestión de quitarle la mella al cuchillo,
también se afilaban hachas, hoces y guadañas, todo aquello que, según los
versículos del Deuteronomio, se utilizaba para conseguir los frutos que dios había
comprometido con la alianza: ‘…y cosecharás tu grano, tu mosto y tu aceite.
Daré asimismo hierba a tu campo para tu ganado, y te alimentarás y saciarás’[1]. En conclusión, el rebaje
liso de las brencas, la impronta del afilado, es la huella del compromiso, de la
alianza que el pueblo judío adquirió con Yahvé por mediación de Moisés.
Lámina 9. Posible
rebaje ‘ritual’ en horno de Cañizares, detalle, y casona con rebaje en calle
Travesía del Desengaño 1.
Los hijos del
converso, con los siglos y cuando ya eran cristianos viejos, siguieron con aquella
conducta, pese a que habían perdido la memoria de porqué procedían de esa
manera y realizaban el ritual como si de una costumbre ancestral, funcional y ajena
a la religión, se tratara. La prueba es que el rebaje sólo está presente en
veinticuatro puertas de las más de trescientas[2] casas del conjunto
histórico y de los cientos de miles de sillares de asperón que dan forma al
pueblo. Y de tal manera debieron proceder nuestros mayores hasta un momento que
se pierde en la memoria su uso, pues los más ancianos del lugar no llegaron a
ver el caso de aquellos que afilaban la navaja de matarife para sacrificar y desangrar
al choto doméstico, el marrano del año o las gallinas del corral. Viniendo a
ratificar el carácter ritual de aquel ‘afilado’, valga la parodia, maldita la
gracia que les hacía a nuestras madres, allá por la década de los 70 y 80, cuando,
tras alicatar el zócalo y umbral de la casa familiar, tras adecentar la fachada
según su criterio y moda, le hacíamos el mínimo desportillo o un agujero para
colgar la jaula de un pájaro de cante. Por las mismas, tras el esfuerzo
económico, también humano, invertidos en construir una fachada de lustre, como
la que tiene las aristas biseladas, destruirla afilando la navaja sólo es entendible
si, por encima de los aspectos meramente decorativos se imponen otros de
carácter simbólico ritual, como sería el caso: ‘Grabad, pues, estas palabras en
vuestro corazón y vuestras almas… Y las escribirás sobre las jambas de tu casa
y en tus puertas, para que vuestros días y los días de vuestros hijos sobre el
suelo que Yahveh juró a vuestros padres darles sean tan numerosos cual los días
del cielo sobre la tierra’ (Deuteronomio 11, 13-21).
[1] Deuteronomio 11, 13-21.
[2] Que esta villa se compondra de trescientos Vezinos, pocos mas o menos,
y en las Caserias de Campo, Huertas, y ventas cinco, Uno en la Casa de Campo de
Don Miguel Manrrique, otro en la de Don Fernando De Mendoza, otro en la Huerta
que llaman de Carvajal y los dos restantes en las ventas de Guadarroman, y la
de Miranda. En Catastro del Marqués de la Ensenada, 1752. Preguntas
generales, pregunta 21.
Si, pero también tienen ese rebaje las piedras de casas de taladores con hacha
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