Conclusiones
En cierta manera, relacionado
con la antigüedad de la casona, podría valorarse la posibilidad que fuera uno
de los pocos testimonios locales del siglo XV, tardogóticos, argumento soportado
en algunos de sus detalles decorativos, como el alfiz o el falso arco conopial.
Sin embargo, si consiguiéramos una fotografía fija del momento, del último
tercio del siglo XV, veríamos que, por entonces, el grueso de la población
habitaba en el interior del castillo. Al exterior, sólo habría una línea de
casas sencillas, posiblemente
levantadas con tapia de cal y, como árido, pizarra desmenuzada, que estaría
localizada por debajo de la muralla sureste, lo que conocemos como calle Santa
María; una batería de cuevas horadadas en la tosca, que formaba la linde norte
de Cestería; un anchurón terrizo, más
corral de ganados que lugar de encuentro social, que se correspondería con la
actual plaza Mayor; y, al frente, observaríamos los primeros paredones de san
Mateo. Por otra parte, como se puede constatar, en el pueblo hay poca huella
tardogótica, poco arco apuntado, más allá de los que vendrían a formar la
bóveda de San Mateo, las arcadas de la casa del alcaide del castillo, de la
que, a modo de vestigios, aún quedan algunos tambores fuera de lugar, y la
bóveda que cierra la popularmente conocida como Almena Gorda, que es la torre
del homenaje del castillo.
Por tanto, que una
o varias casonas cuenten con este tipo de detalles decorativos de tradición
gótica, como es el caso de calle Fugitivos, nos decanta por una influencia tardía,
fijada cronológicamente entre finales del siglo XVI y comienzos del XVII, y,
como veremos, de posible tradición portuguesa. En relación con los
judeoconversos, veamos qué sucedía con ellos durante estos dos siglos.
En cuestión de la
persecución de judíos y judaizantes, la labor de la Inquisición fue tan eficaz
en las primeras décadas del siglo XVI que, en la segunda mitad del siglo, el
problema de los judeoconversos parecía resuelto. Prueba de ello es que Felipe
II solicitó al Papa Pío V autorización para que el Inquisidor General de
Castilla, el cardenal Espinosa, perdonara los pecados de los judaizantes mediante
penitencias espirituales leves. Se puede pensar que los judeoconversos
españoles, salvo excepciones, habían sido asimilados por la generalidad de la población
cristiana y que sólo pequeños reductos de cristianos viejos mantenían
enconadamente las diferencias[1]. A finales del siglo XVI
la situación dio un vuelco radical. Felipe II se erige como rey de Portugal
(1580), hecho que favoreció la penetración masiva de judeoconversos portugueses
que, en buena medida, se asentaron en las ciudades y tierras del alto
Guadalquivir. Desde finales del siglo XVI, como ya se ha mencionado, familias lusitanas,
la mayoría procedentes del norte de Portugal, en donde se concentraba una alta
densidad de población conversa, comenzaron a establecerse en Baeza y sus
colaciones, como es el caso de Baños.
En aquellos años la
situación cambió, pues muchos de los judeoconversos que se afincaron no sólo
mantenían costumbres judaizantes, más tradición que creencia religiosa firme,
por el contrario, un buen número de ellos se declararía profesante judío. Así
se puso de manifiesto en los procesos y autos de fe, que tardaron en llegar por
lo apremiante del ‘tema morisco’ (1909-1613), pero que se intensificarían en
1616 y prolongarían hasta 1625. Como punto final, el procedimiento concluyó con
la condena y confiscación de bienes de los miembros de un grupo de criptojudíos
baezanos que estaban organizados en torno a Catalina Correa. A modo de ejemplo,
en 1625, en auto de fe, se condenó a siete vecinos judaizantes de Linares,
todos ellos miembros de una familia[2].
En esta tesitura
histórica, como ocurrió con el resto de tierras bajo la jurisdicción del
concejo de Baeza, a Baños debió llegar un número variable de judeoconversos
portugueses y, con ellos, en un marco social distendido y transigente,
desembarcaron las maneras de hacer judaizantes, sus fiestas, oraciones y
preceptos, pero también las formas constructivas de su lugar de origen,
principalmente aquellas que dotaban de personalidad propia a sus viviendas y
les permitía identificarse entre ellos. Aunque, por otra parte, estas
peculiaridades no llegaban a delatarles frente a denunciantes y familiares de
la Inquisición. En consonancia, asistían a las celebraciones religiosas y en la
medida necesaria, recibían los sacramentos. Rezaban el padrenuestro y
aborrecían el Glori Patri y las
oraciones a la virgen María (CORONAS TEJADA, 2008). En este sentido, no debió
ser casualidad que en la localidad de Baños, por entonces, con la llegada de
las primeras oleadas de judeoconversos portugueses, se nombrara como familiar
de la Santa Inquisición a un miembro destacado de la comunidad bañusca, Luis
Molina de la Cerda, cristiano viejo por las dos ramas, la suya y la de su
consorte[3].
Cabe la posibilidad que, en un primer momento de mayor relajación social, se
establecieran en Baños varias familias de conversos portugueses. Debió ser uno
de ellos quien edificó la vivienda de Fugitivos dejando las marcas lapidarias de
tradición judeoconversa galaicoportuguesa en los muros de su fachada, como el
biselado, el falso arco conopial o los rebajes rituales y, fue entonces, con la
mayor osadía, cuando instaló la mezuzá
y la peana soporte de la Janucá. Cuando
los vientos cambiaron, aún en un momento de cierta transigencia, en un intento
de parecer verdadero converso y que sus prácticas pasaran desapercibidas, debió
mudar la mezuzá por el cincelado de la cruz inversa como acto de humildad y
devoción cristiana. Aunque, finalmente, quizá viéndose delatado, se vio
obligado a huir.
Lámina 10. Cartel
antiguo aún presente en calle Fugitivos, en la fachada de la casona.
Y en este marco
histórico social si, como opinaba nuestro querido cronista local don Juan
Muñoz-Cobo aunque con escaso soporte documental según nos dice su hijo Eduardo,
el nombre de la calle Fugitivos tiene su origen en una huida, esta no fue de
los ‘moros’ que habitaban en el castillo a consecuencia de las secuelas de la
batalla de las Navas (1212), sino de unos judeoconversos que, viendo cercana su
captura, una segura confiscación de sus bienes y la posible ejecución en la
hoguera, se dieron por pies.
[1] CORONAS TEJADA, LUIS (1978): Los
judeoconversos en el Reino de Jaén. Boletín
del Instituto de Estudios Giennenses, nº 97. pp. 79-105. Jaén.
[2] CORONAS TEJADA, LUIS (2008): Los
judíos en Jaén. Universidad de Jaén, Jaén,
[3] ‘…Por quanto para las cosas que ofresçiern a el Santo Officio de la
Ynquisiçion conviene que aya personas a quien les encomendar e cometer,
confiando de vos Luys de Molina de la Cerda, vecino del lugar de Vaños,
distrito de esta jurisdiçion e ynquisiçion, e de vuestra diligencia, e que bien
e fielmente hareys lo que por nos vos fuere encomendado, e avida ynformaçion
que en vuestra persona e doña Catalina Galindo, vuestra mujer, concurren las
calidades que para ello se requieren, por la presente vos nombramos,
constituimos e diputamos famyliar deste Santo Officio, para que seais uno de
los del numero del dicho lugar de Vaños…’. AMBE, Actas Capitulares de 1594,
fols. 127v-128v.
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