lunes, 20 de octubre de 2025

Sobre una posible casa de un judeoconverso en Baños de la Encina, 4

Afilado ritual

Por último, hay otro componente que está presente en la casa judeoconversa galaicoportuguesa, que también se ha confirmado en las juderías de Alburquerque y Valencia de Alcántara (Extremadura), y que Fonseca Moretón pone de relieve en su estudio. Es lo que el arquitecto gallego denomina ‘afilado ritual’. En su trabajo, el autor viene a decirnos que se trata de ciertos rebajes muy lisos, aproximadamente de una cuarta de alto, que estropean escandalosamente el baquetón que decora la arista o el bisel de las jambas de la puerta. Suelen aparecer por encima del lugar que ocupaba la mezuzá, mayoritariamente en la brenca derecha, pero también está presente en la izquierda. En realidad, según íbamos leyendo la descripción que nos aporta Fonseca Moretón, la lectura nos sacaba una sonrisa. A todas luces, reconocimos que era el resultado de una práctica muy extendida en el medio rural, la de afilar las herramientas de corte aprovechando que las brencas podrían estar elaboradas con piedra de asperón. Costumbre, por otra parte, muy arraigada en nuestro pueblo de estudio, Baños de la Encina. Pero, como subraya Fonseca Moretón, el análisis de detalle de cada una de estas marcas, las casas concretas en las que están practicadas y los detalles que las rodean, nos permiten abrir una nueva línea de comprensión del fenómeno.

En nuestro caso, en Baños de la Encina, hemos contabilizado hasta un total de veinticuatro casonas con rebaje liso, de ellas, doce en la brenca derecha, nueve en ambas y dos en la izquierda. Aunque se podría deber a múltiples causas, en más de un tercio de ellas el rebaje es testimonial, como de haberse utilizado durante un corto periodo de tiempo. Del total, un número importante viene acompañado por cruces incisas en las brencas. La proliferación de cruces explicaría que estas casas con rebaje pertenecieran a judeoconversos, de ahí que también haya presencia de los atributos cristianos, la cruz, pero que aún seguirían manteniendo algunas conductas judaizantes. Sería el caso del ‘afilado ritual’. Volvamos la vista atrás, al trabajo de Fonseca Moretón, que viene a decirnos que el sacrificio del ganado de consumo debe hacerse por un matarife reconocido, o shojet, bajo la vigilancia de un rabino de la comunidad. Los animales han de ser degollados con un cuchillo sin mella, bien afilado, produciéndoles el mínimo sufrimiento y siendo convenientemente sangrados para ofrecer algunas de sus partes en holocausto a Yahveh. Cuando la comunidad no cuenta con matadero judío que garantice el abastecimiento kasher, es decir, que certifique que la carne proviene de un animal sacrificado según el ritual correcto, el vecino criptojudío está obligado a degollarlo por su cuenta. Y, en este sentido, para afilar el cuchillo, eliminar cualquier mella y cumplir con el rito, ¿no es la brenca de la puerta, a la altura de la mezuzá, el emplazamiento donde el judío exhibe su compromiso con Yahvé, el mejor lugar para hacerlo? Pero no sólo era cuestión de quitarle la mella al cuchillo, también se afilaban hachas, hoces y guadañas, todo aquello que, según los versículos del Deuteronomio, se utilizaba para conseguir los frutos que dios había comprometido con la alianza: ‘…y cosecharás tu grano, tu mosto y tu aceite. Daré asimismo hierba a tu campo para tu ganado, y te alimentarás y saciarás’[1]. En conclusión, el rebaje liso de las brencas, la impronta del afilado, es la huella del compromiso, de la alianza que el pueblo judío adquirió con Yahvé por mediación de Moisés.

Lámina 9. Posible rebaje ‘ritual’ en horno de Cañizares, detalle, y casona con rebaje en calle Travesía del Desengaño 1.

Los hijos del converso, con los siglos y cuando ya eran cristianos viejos, siguieron con aquella conducta, pese a que habían perdido la memoria de porqué procedían de esa manera y realizaban el ritual como si de una costumbre ancestral, funcional y ajena a la religión, se tratara. La prueba es que el rebaje sólo está presente en veinticuatro puertas de las más de trescientas[2] casas del conjunto histórico y de los cientos de miles de sillares de asperón que dan forma al pueblo. Y de tal manera debieron proceder nuestros mayores hasta un momento que se pierde en la memoria su uso, pues los más ancianos del lugar no llegaron a ver el caso de aquellos que afilaban la navaja de matarife para sacrificar y desangrar al choto doméstico, el marrano del año o las gallinas del corral. Viniendo a ratificar el carácter ritual de aquel ‘afilado’, valga la parodia, maldita la gracia que les hacía a nuestras madres, allá por la década de los 70 y 80, cuando, tras alicatar el zócalo y umbral de la casa familiar, tras adecentar la fachada según su criterio y moda, le hacíamos el mínimo desportillo o un agujero para colgar la jaula de un pájaro de cante. Por las mismas, tras el esfuerzo económico, también humano, invertidos en construir una fachada de lustre, como la que tiene las aristas biseladas, destruirla afilando la navaja sólo es entendible si, por encima de los aspectos meramente decorativos se imponen otros de carácter simbólico ritual, como sería el caso: ‘Grabad, pues, estas palabras en vuestro corazón y vuestras almas… Y las escribirás sobre las jambas de tu casa y en tus puertas, para que vuestros días y los días de vuestros hijos sobre el suelo que Yahveh juró a vuestros padres darles sean tan numerosos cual los días del cielo sobre la tierra’ (Deuteronomio 11, 13-21).



[1] Deuteronomio 11, 13-21.

[2] Que esta villa se compondra de trescientos Vezinos, pocos mas o menos, y en las Caserias de Campo, Huertas, y ventas cinco, Uno en la Casa de Campo de Don Miguel Manrrique, otro en la de Don Fernando De Mendoza, otro en la Huerta que llaman de Carvajal y los dos restantes en las ventas de Guadarroman, y la de Miranda. En Catastro del Marqués de la Ensenada, 1752. Preguntas generales, pregunta 21.

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