viernes, 27 de abril de 2018

Sierra Morena, tierra encastillada

El carácter fronterizo de su sierra, a caballo entre la llanura manchega y los valles del Alto Guadalquivir, ha favorecido el protagonismo de sus puertos, desfiladeros y pasos, ya fuera en momentos de encarnizado enfrentamiento bélico o en periodos de fructíferas relaciones comerciales. De esta manera, la actividad caminera, los trasiegos comerciales a ella asociados y la defensa del territorio han dibujado toda una red de caminos, puentes y pontanillas, castillos y fortines, ventas y mesones… que han salpicado toda su geografía.

Con diferencia, el baluarte militar que más reconocimientos posee es su castillo beréber, germen del actual pueblo de Baños de la Encina, declarado Monumento Histórico Artístico en 1931. Estudios recientes, cada vez más acertados, han ido desentrañando el magnífico y variopinto patrimonio encastillado que este municipio de Sierra Morena acoge en su término histórico.

Así es. Durante la Edad del Bronce (1800 a. C), gentes de la Cultura del Argar y procedentes de La Loma blindan la explotación minera del valle del Rumblar mediante un metódico programa organizativo, cuya finalidad no es otra que obtener un exhaustivo control del territorio. En este sentido, se levantan pequeños y recios fortines que controlan los pasos desde el llano al valle del Rumblar (Era de la Mesta y Migaldías) y se construyen en la cuenca del río una serie de poblados amurallados que controlarían todo el proceso extractivo y metalúrgico (Peñalosa o Verónica). Posteriormente, durante época romana y con similares intereses mineros (aunque ahora de las minas extraerían plata y plomo en vez de cobre), se elevan diferentes fortines y castilletes que vigilarían los pasos hacia las explotaciones mineras. En este sentido, quizá uno de los baluartes más representativos sea la torrus romana de Salas Galiarda, un castillo de envergadura ciclópea y un estado de conservación excepcional, que domina un paisaje increíbel desde las alturas del macizo del Navamorquín. También es de interés el fortín del Cerro del Salcedo que, situado en la cercanías del Santuario de Nuestra Señora la Virgen de la Encina, controlaba los pasos a través de la cuenca del río Grande.

En la baja Edad Media esta parte de Sierra Morena ha dejado de tener la importancia minera que tuvo en otros momentos, pero su carácter fronterizo la posiciona como estratégica en las luchas que enfrentan a los reinos cristianos del norte y a las diferentes oleadas beréberes, primero almorávides y después almohades. En este sentido, el castillo de Baños es un elemento destacado y sobresaliente en una maraña defensiva mucho más compleja, donde también tienen protagonismo otros castillos y torres o castilletes, hisn y burch, que van salpicando todos y cada uno de los pasos de Sierra Morena. Así ocurre con fortificaciones como la del Castillo de las Navas o el castillete de Castro Ferral, en días situados en el término privativo de Baños aunque hoy le son ajenos; pero también es el caso del discutido Burgalimar, que según los últimos estudios está localizado en el paraje de las Tres Hermanas, en las inmediaciones de la aldea bañusca de El Centenillo.

Con la llegada de la Edad Moderna y la pacificación del territorio, los baluartes defensivos tendrán otras funciones y ocuparan otros enclaves. Ahora, su empeño no es otro que fiscalizar el cobro de los impuestos que genera el Camino de Andalucía, principalmente la robda y el portazgo, aunque también el montazgo, y, paralelamente, es su obligación guardarlo y darle avituallamiento. Con esta finalidad, se construyen el Cerco Aldeano y el Torreón viejo del Santuario de Nuestra Señora de la Encina, pero también un entramado de caminos empedrados e ingenios hídricos de un interés etnográfico sobresaliente (Pozo Nuevo, Vilches, de la Vega).


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