Martín Esteban había sido cabrero y ganadero de lanar desde
siempre, como lo fue su padre, lo fue su abuelo y con seguridad algún pariente
suyo iba en la tropa de Abraham cuando movió su hato de ovejas por medio
“creciente fértil”. De andares nada vacilantes y dormir poco, como burro y a cabezás, era hombre de morder aquí y
allá, como las hormigas, mucho juntar y de corto gastar. Habiendo heredado un
rebaño considerable, en poco tiempo y su mucho bullir lo había doblado en
número y camino llevaba de triplicarlo. A la contra, día con día menguaba en
carnes y ganaba en harapos. Siguiendo consejos de los que decían tener buenas
entendederas y mejor apostolado, en las cosas de su hacienda había cambiado el
campo abierto por los establos cerrados; andar a la par que el ganado por darle
vuelta de cuando en cuando; cantar coplas al viento y disfrutar soleándose por
un bregar sin tino.
Cuántos personajes nos hablan de ellos mismos a través de ti y todo ésto sin mediar palabra, gracias a sus gestos, a sus habilidades que son las tuyas para conseguir dejarnos boquiabiertos.
ResponderEliminarQúe tenga la presentación de tu libro la gran acogida que se merece. Un saludo.
¡Gracias Rosa! Con publicarlo y que la afición por escribir me siga persiguiendo me conformo.
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