viernes, 18 de julio de 2025

De Eulogio y la fuente Cayetana

A todo esto y antes de abandonar la fuente, me viene a la memoria la cruda historia de Eulogio, padre de otro Eulogio, legendario y excelente persona, un señor muy pintoresco y de triste fallecimiento, que tenía la manía de recordar a diario la onomástica y aniversarios de más de la mitad del pueblo, sobre todo de los mayores. A cambio de aquello, el hombre, parroquiano habitual de barras y tabernas, era premiado con un vasillo de vino. Pues volviendo al padre, al primer Eulogio, el hombre trabajaba de jornalero con las ‘Viudas’, familia principal en el pueblo. A los quehaceres que precedían al ángelus, siempre relacionados con las labores del campo y por si mal venía el demonio, tenía por obligación, cada anochecer, de venir a la fuente acompañado de sus dos borricos. El uno de cuatro serones y el otro, apodado Juanico y de ancho lomo, de seis, lo que hacía un total de diez cántaros. El tipo, medio en duermevela, uno a uno y hasta bien entrada la madrugada iba llenando con el agua de la fuente cada uno de los tiestos, ración diaria que consumía la casa de las susodichas en cuestión de limpieza, lavado, uso doméstico y abastecimiento de señoras y personal. El hombre, no teniendo mala faena, era raro la noche que llegaba a calentar el jergón debido al poco hilillo de agua que manaba de la Cayetana.



Fotografías: Rosa Cruz Cabrera

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