lunes, 26 de junio de 2017

El Carril de Mestanza

Eran las casuchas de piedra encalada, de un blanco que rayaba la pulcritud, achaparradas y más de una con techumbre amarrada con monte, sencillas y de obligada simetría, de aquéllas de compartir a la fuerza cuartos y portales entre varias familias. Y escoltaban a uno y otro lado el carril enlosado de cascajos pétreos hasta darse de bruces con la Cruz de las Azucenas, viejo humilladero y pórtico de la ermita. En el arranque del llano y a espaldas de la doble hilera de casuchines, en un desorden no concebido con voluntad propia, extensas corralizas remontaban apenas un metro sobre el terrazo elevando bardales con muros de piedra oscura, ripios que habían sobrado de las faenas realizadas muchos lustros atrás en las canteras. En su interior, los cortados, medio quiñón medio cabrerizas de ganado, daban cobijo según año a siembras de habas y chorchos, a mulos, burros y bueyes, mucha cabra y alguna vaca, la de menos, y aquí y allá poca cuadra y mucha paridera, algún pajar, numerosos estercoleros y unos cuantos chamizos negros que apenas vestían para romper el horizonte.

Fotografía del Carril de postguerra, propiedad de Plácida Álvarez y compartida en facebook.

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