Desde el Carril y porque no lo
vieran más transeúntes de los que debieran, cogió por la Amargura, amago de
calle buena y pendiente de espanto que se trazó con la bonanza que aún campaba un
siglo antes, dando esquinazo a Mestanza y Cotanillo. Unos lustros después de su
génesis, la vía fue cortada en perpendicular, a media cuesta, por la traviesa
del Desengaño, como lo fueron sus aspiraciones económicas y la ilusoria
prosperidad del momento. Era barrio de pecheros chicos y medianos, de grano y
aceituna, crédulos hijos de la Ilustración, del trabajo y las creencias fisiocráticas,
venidos a mucho menos por las guerras (y por los que de siempre con estas
tragedias pescan en revuelto), el despotismo y unas esperanzadoras desamortizaciones
que, antes de nacer, fenecieron bajo el egoísmo de agrimensores y subastadores
públicos. El latifundismo irracional en nupcias con un caciquismo desgarrador y
el rentismo de provincias avanzaban de forma irreversible.
Fotografía Cotanillo: José Pablo Morales Rodríguez
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