El punto de partida: los llanos del Santo Cristo y Calvario Viejo
En la cota más alta del
pueblo, a 459 metros de altitud y dejando atrás la villa vieja, las apreturas del
callejero desaparecen, la pendiente del frente de falla se diluye hasta quedar en
nada y la anchura campa en el llano del Santo Cristo, antiguo descansadero de
ganado trashumante. En sus aledaños, en el Carril de Mestanza, las casuchas son
de piedra encalada y de un blanco que raya la pulcritud, algo achaparradas y de
sencilla simetría en sus fachadas.
Lámina 1: Carril de
Mestanza a comienzos del siglo XX, fuente: archivo familiar de Plácida Álvarez
/ Cruz de las Azucenas y ermita del Cristo
Encastradas las unas a
las otras, la cubierta cerraba con vigas de encina y carcoma, gavillas de monte
bajo, barro y teja moruna. Emulando a las corralas, a la fuerza y por tradición,
familias de todo pelaje compartían cuartos y portales, colchones de lana y
chinches, penurias y una solidaridad que sólo conocen aquellos que nada tienen
que perder. Pues, cuando apenas se consigue en propiedad media cuerda de
tierra, uno se olvida del prójimo y acaba por cercar la parcela con alambre de
espino y precintar cualquier camino lindero. Situadas a uno y otro lado del
viejo carril, las dos hileras de casas flanqueaban un viario mal enlosado con
cascajos de piedra que iba a romper contra el rollo de la Cruz de las Azucenas,
antiguo humilladero del Cristo de la Luz. Hasta mediado el siglo XX y por
detrás suya, donde comenzaba el límite de la jurisdicción merina —Honrado Concejo de la Mesta—, arrancaba un llano rojizo y polvoriento,
el del Santo Cristo. Tierra que fue del Común y en justicia de nadie. Sin
disimulo, el caos que provocaba sus diferentes usos venía a deshacer el
concierto de la línea de casuchines
que nos traía.
Lámina 2: Ubicación
general de la zona de estudio. Fuente: Mapa Topográfico 1:50.000, hoja 884 La
Carolina. Instituto Geográfico Nacional, 2002
Comenzaba allí un
desorden concebido sin voluntad propia y establecido sin hacer uso de escuadra ni
cartabón. Sin apenas desdibujar el ocaso, de entre las canteras de asperón, cuyo
uso se pierde en el tiempo pese a que ahora están atestadas de estiércol y agua
sucia, se levantaban oscuros bardales cimentados sobre la nada. Junto a los hoyos,
entre quiñones de tierra calma y cabrerizas para el ganado, sólo se cosechaba
miseria. Alguna cuadra, cuando no paridera decadente, numerosos estercoleros y
unos cuantos chamizos desperdigados apenas daban para vestir la anchura del
llano. A modo de epílogo, una docena de eras pergeñadas con ripios de arenisca
eran preámbulo del calcinado horizonte serrano. Y en medio de aquella tormenta
edificatoria, se alzaba el monumental féretro de D. Pedro García Delgado,
canónigo de la catedral de Jaén allá por la segunda mitad del siglo XVII: la
ermita de Jesús del Llano.
Lámina 3: Cantera de
arenisca en el Santo Cristo, al fondo la ermita / Distribución de las eras del
Llano, fuente: Polígono 45 del parcelario de Baños de la Encina, año 1942.
Servicio de Catastro Topográfico Parcelario
Estéril como la roca
dura que era, más allá de abastecer la fábrica de iglesias y casonas
solariegas, aquella llanura de arenisca no tuvo más uso que su cíclica
utilización como solar de las eras de pan trillar y descansadero de los ganados
trashumantes que bajaban a una región históricamente reconocida como extremo de
invernada: Sierra Morena. Pese a ello, bien aireada por los vientos, debido a
su diferencia altitudinal frente a la campiña, acogió en su esquina oriental un
molino de viento al uso manchego, que ya por 1888 se decía en ruinas.
Durante décadas, en el
esquinazo de levante de la mesa tabular del Llano, donde el rincón de Buenos
Aires se asomaba a la cabecera de los arroyos de La Alcubilla y de Los Huertos,
se conservaron los hormazos mal pergeñados de la ermita de Santa Olalla.
Erigida impenitente entre un hato de eras, como pica sobre luna vieja
destripada en el llano, en buena y lejana hora se edificó donde el camino de
San Lorenzo y el cordel merino de Guarromán entraban en nupcias y continuaban
como uno solo hasta entroncar con el Carril de Mestanza, senda que desprende memoria
trashumante en su apelativo. Finalmente, este carril penetraba en el corazón de
la 'villa vieja' de Baños para alcanzar la Plaza Mayor. Como un servidor, hay
autores que piensan que el cuerpo de la capilla de Santa Olalla, en su génesis,
fue torreón vigía. Este, tuvo como encomienda, apoyándose visualmente en la
atalaya de Santo Domingo, luego ermita y guardiana de la variante del camino de
San Lorenzo por el arroyo de la Celada o Zalá,
mediar entre el castillo de Baños y la primitiva torre defensiva que hoy queda
encajada en el crucero del Santuario de la Virgen de la Encina (lámina 4). Con
la desamortización del primer tercio decimonónico, Santa Olalla perdió
capellanías y santero, derramó sus piedras por la cuerda y acabó casi en nada.
Los sillares buenos acabaron aplomando las esquinas de unas cuantas casuchas,
los mampuestos de mayor tamaño enderezaron las corralizas vecinas y los ripios
se utilizaron para gestar una de aquellas rechonchas eras de pan trillar, rueda
de piedra, sudor y viento que se derramaba a la sombra vespertina de la ruina.
Y de lo que quedó en pie, se levantó de nuevas un molino de viento.
Lámina 4: Distribución
de molino, caminos y torreones, fuente: Mapa topográfico de Baños de la Encina
1:25.000, Francisco Ponce. Instituto Geográfico y Estadístico, año 1878
En ruta, al noreste de
la mesa tabular del Santo Cristo, aunque a menor altura (400 m.s.n.m.), el
Calvario Viejo es tan sólo una pequeña prolongación del llano del Cristo que
nos traía. Pese a que hoy sólo queda el recuerdo del nombre, en los mentideros
locales se dice que debe su apelativo a la efímera existencia de un conjunto de
cruces procesionales, un viacrucis que en conjunto representaría las estaciones
de la Pasión de Cristo. Atrás queda el molino de viento y, más abajo, la huella
borrosa de otras eras, las antiguas del Calvario, cuya impronta es apenas
perceptible bajo el hormigón de una modernidad mal planificada que plantó en el
lugar más complicado, en el más inaccesible, un polígono industrial. Valga como
muestra de esta afirmación que de entre todas las naves, convertidas la mayoría
en cocherones, la que mantiene mayor actividad es la que ha sido destinada a
tanatorio.
Lámina 5: Ubicación del
molino de viento, fuente: Callejero de Baños de la Encina, año 1888. Instituto
Geográfico y Estadístico / Encuentro del camino de San Lorenzo con el del Calvario
Viejo y eras del Calvario, fuente: Polígono 43 del parcelario de Baños de la
Encina, año 1941. Servicio de Catastro Topográfico Parcelario
Cuando la planicie del Calvario Viejo viene a deshacerse y se derrama por las hazas de tierra de la Piedra Escurridera, el camino de San Lorenzo, que era de herradura, se une a la calzada del Calvario, que es prolongación de la vereda de carne de Linares. Unidos, como uno solo prosigue dirección norte bajo el nombre de San Lorenzo, también del Hoyo, aunque popularmente se conoce con el apelativo de camino de la Picoza (lámina 5).
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