En los primeros años de la Edad Moderna
el pueblo crece, económica y urbanísticamente, de la mano de pecheros, pequeños
propietarios ajenos al arbitrio de la nobleza que se enriquecen con su propio esfuerzo, pero también con la merma del común. Paralelamente, van creándose
pequeñas y contadas fortunas que comienzan a labrar y ahondar unas diferencias
que irán a nutrir un caciquismo ahora incipiente. Contrariamente a lo esperado
y un siglo después, tras las numerosas y anheladas desamortizaciones civiles, aquellas
políticas supuestamente liberales harán de la cuña un abismo social.
La edificación de nuevas y excepcionales
casonas tiene su negativo reflejo en la presencia de penuria y barrios
marginales. El eje que ahora sustenta el crecimiento no es la calle, será la
manzana, preñando palacetes autosuficientes, donde la zona noble se separa
claramente de los ámbitos de servidumbre, agropecuarios y artesanales (Cuesta
de los Herradores). En este sentido, la Casa Grande o de los Molina de Cerda
abre un camino que a no tardar seguiría en menor medida la casona de los
Jiménez de Mármol.
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